Lo comprobamos con las películas de 'Jurassic Park' (y perdón por echar mano por enésima vez del tópico de Steven Spielberg): ver animales prehistóricos mola. Mucho. Lo que ya no es tan divertido, aunque daría para todo un docudrama, es la complicada y a menudo espinosa maraña legal, ética e incluso a niveles de debate medioambiental que implica “revivir” animales extinguidos.
La compañía Colossal Laboratories & Biosciences, de Estados Unidos, está dando un buen ejemplo. Se ha lanzado a la tarea de “desextinguir” —el término es cosa suya— el mamut lanudo en cuestión de unos años; pero su empeño plantea un dilema interesante: si finalmente lo logra, la criatura resultante de sus investigaciones, ¿será suya, con patente, o de la naturaleza?
La cuestión es espinosa. Y no tiene una respuesta sencilla.
A grandes rasgos, los planes de Colossal pasan por usar secuencias del ADN de mamuts recuperadas de restos conservados en el suelo siberiano e insertarlas en el genoma de elefantes asiáticos. Los primeros ejemplares nacerían de hecho por gestación en hembras del paquidermo. Aunque a la hora de publicitar su trabajo la compañía usa buenas dosis de épica, lo que saldría de sus laboratorios no sería técnicamente un mamut lanudo como los que se paseaban por el sur de Siberia hasta hace unos 10.000 años y —creen los expertos— quizás coleaban aún en la isla de Wrangel hace menos de cuatro milenios, sino algo distinto, una especie de híbrido o quimera.
“No es una desextinción. Nunca más habrá mamuts en la Tierra. Si funciona, será un elefante quimérico, un organismo totalmente nuevo, sintético y genéticamente modificado”, explicaba Tori Herridge, bióloga y paleontóloga del Museo de Historia Natural de Londres, poco después de que trascendiesen los planes y —la financiación— de la compañía estadounidense. La propia Colossal reconoce en su web que el proyecto tiene sus matices, aunque no le resta épica.
“El proyecto de desextinción más importante de Colossal será la resurrección del mamut lanudo, o más concretamente, un elefante resistente al frío con todos los rasgos biológicos fundamentales del mamut lanudo. Caminará como uno, se parecerá a él, sonará como tal y, lo que es más importante, podrá habitar el mismo ecosistema abandonado anteriormente por la extinción del mamut”.
La empresa argumenta que la recuperación del mamut —o al menos de criaturas con características similares— tendrá un valioso impacto medioambiental: permitirá restablecer pastizales y desacelerar el deshielo del permafrost ártico, lo que evitaría a su vez, calcula la firma, la liberación de hasta 600 millones de toneladas de carbono neto que ahora están atrapadas. Como parte de ese propósito se ha fijado ya en un espacio para sus “mamuts funcionales”: Pleistocene Park, una reserva rusa.
Para lograrlo, Colossal parece disponer de medios técnicos, talento... y fondos. La compañía estadounidense trabaja con la ingeniería genética CRISPR y muestras de ADN recuperadas del permafrost. Su cofundador es además George Church, un genetista de Harvard. En cuanto a dinero, en 2021 presumía de haber captado 15 millones de dólares, si bien su financiación total, a lo largo de los años, sería bastante superior. La compañía ha llegado a asegurar que su meta pasa por "revivir" a los mamuts antes de que termine la década y hace poco ya dio pie a una spin-out: Form Bio.
Fuente de la Noticia: xataka
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